A todas esas almas perdidas que se olvidaron de creer en la inmensidad del amor

jueves, 24 de enero de 2013

Veronika decide morir

  "Un poderoso hechicero, queriendo destruir un reino colocó una poción mágica en un pozo del que todos sus habitantes bebían. Quien tomase aquella agua, se volvería loco.


  A la mañana siguiente, toda la población bebió y todos enloquecieron, menos el rey, que tenía un pozo privado para él y su familia, donde el hechicero no había conseguido entrar.

  El monarca, preocupado, intentó controlar a la población ordenando una serie de medidas de seguridad y de salud pública, pero los policías e inspectores habían bebido el agua envenenada, y juzgando absurdas las disposiciones reales, decidieron no respetarlas de manera alguna.
  Cuando los habitantes de aquel reino se enteraron del contenido de los decretos, quedaron convencidos de que el soberano había enloquecido y por eso disponía cosas sin sentido. A gritos fueron hasta el castillo exigiendo que renunciase.
  Desesperado, el rey se declaró dispuesto a dejar el trono, pero la reina lo impidió diciendo: Vayamos ahora hasta la fuente y bebamos también. Así nos volveremos iguales a ellos.

  Y así se hizo: el rey y la reina bebieron el agua de la locura y empezaron inmediatamente a decir cosas sin sentido. Al momento sus súbditos se arrepintieron: ahora que el rey estaba mostrando tanta sabiduría, ¿por qué no dejarle gobernar?


  El país continuó en calma, aunque sus habitantes se comportasen de manera muy diferente a sus vecinos. Y el rey pudo gobernar hasta el fin de sus días."





Veronika se rió.
-Tú no pareces loca -dijo.
-Pero lo soy, aunque esté siendo curada, porque mi caso es simple: basta recolocar en el organismo una determinada sustancia química. Sin embargo, espero que esa sustancia se limite tan sólo a resolver mi problema de depresión crónica; quiero continuar loca viviendo mi vida de la manera que yo sueño y no de la manera en que otros desean. ¿Sabes lo que hay allá afuera, detrás de los muros de Villete?
-Gente que bebió del mismo pozo.
-Exactamente -dijo Zedka-. Creen que son normales porque todos hacen lo mismo. Voy a fingir que también bebí de aquella agua.
-Pues yo bebí y éste es, justamente, mi problema. Nunca tuve depresión, ni grandes alegrías o tristezas que durasen mucho. Mis problemas son iguales a los de todo el mundo.

Zedka permaneció en silencio unos momentos y luego replicó:
-Tú vas a morir, nos dijeron.
Veronika vaciló un instante: ¿podría confiar en aquella extraña? Pero tenía que arriesgarse. 

-Sólo dentro de cinco o seis días. Estoy pensando si existe un medio de morir antes. Si tú, o alguien de aquí dentro, consiguiera obtener nuevos comprimidos, estoy segura de que mi corazón no lo soportaría esta vez. Comprende todo lo que estoy sufriendo por estar esperando la muerte, y ayúdame.

Antes de que Zedka pudiese responder, la enfermera apareció con una jeringuilla en la mano.
-Puedo inyectársela yo misma -dijo-. Pero si no hubiera colaboración, puedo pedir a los guardas de allí afuera que me ayuden.
-No malgastes tus energías -le recomendó Zedka a Veronika-. Guarda tus fuerzas si quieres conseguir lo que me pides.

Veronika se levantó, volvió a su cama y dejó que la enfermera cumpliese su tarea.

Fue su primer día normal en un asilo de locos.

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